
martes, 30 de agosto de 2011
viernes, 26 de agosto de 2011
Nostalgia
nostalgia.
(Del gr. νόστος, regreso, y -algia).
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Existe el mito, propiciado por la cultura americana de la autoayuda, de que sólo hay que mirar hacia el futuro para llevar adelante el plan de tu vida tal y como lo has visualizado, tal y como has decidido que quieres que sea. Has de romper con el pasado, levar anclas y no volver jamás la vista atrás, so pena de terminar convertido en la estatua de sal de los fantasmas de tus vidas pasadas.
Esta teoría, que parece diseñada para víctimas de abusos infantiles en peligro de convertirse en abusadores, tiene sentido en un libro de autoayuda... al fin y al cabo el que decide llevárselo de la estantería, como ha hecho ya, probablemente, con otros cinco libros parecidos antes, lo hace huyendo de una imagen de sí mismo que no le gusta, a la caza de una piel en la que sentirse otro y que, aparentemente, los cinco libros anteriores no han sido capaces de proporcionarle. Semejante idealización del olvido ha demonizado la nostalgia, la mirada complaciente al propio pasado, como paralizante e improductiva.
Sin duda la mirada sobre nuestro propio pasado es engañosa y nuestra memoria, siempre embustera, ha convertido ya las experiencias vividas en refritos más o menos tolerables según la predisposición al masoquismo de cada uno... Pero eso hacemos, también, con cada una de las experiencias del presente, con cada percepción del mundo exterior, filtradas y adulteradas por nuestro tamiz personal. La memoria es tan real, pues, como cualquier otra cosa en nuestra vida.
Me encuentro ahora en un momento de mi vida en el que, tras lo que parece una eternidad de rutinas e inercias, de decisiones en las que no termino de reconocerme y de renuncias aparentemente indoloras, me siento de repente impulsado por la fuerza de la nostalgia, del recuerdo indulgente de mi pasado, hacia la asunción de una identidad que fué la mía en un tiempo, en la que me siento reflejado, la versión que más me gusta de mí mismo. Recuperar esa imagen, que en el fondo no es más real que las demás, que probablemente ha existido durante menos tiempo que su antítesis amorfa, me ha servido para darme cuenta que hace un tiempo que ya ni siquiera me caía bien, que me río poco y sonrío aún menos; para, en suma, ser consciente de quién no quiero ser.
César Clemente


(Del gr. νόστος, regreso, y -algia).
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Existe el mito, propiciado por la cultura americana de la autoayuda, de que sólo hay que mirar hacia el futuro para llevar adelante el plan de tu vida tal y como lo has visualizado, tal y como has decidido que quieres que sea. Has de romper con el pasado, levar anclas y no volver jamás la vista atrás, so pena de terminar convertido en la estatua de sal de los fantasmas de tus vidas pasadas.
Esta teoría, que parece diseñada para víctimas de abusos infantiles en peligro de convertirse en abusadores, tiene sentido en un libro de autoayuda... al fin y al cabo el que decide llevárselo de la estantería, como ha hecho ya, probablemente, con otros cinco libros parecidos antes, lo hace huyendo de una imagen de sí mismo que no le gusta, a la caza de una piel en la que sentirse otro y que, aparentemente, los cinco libros anteriores no han sido capaces de proporcionarle. Semejante idealización del olvido ha demonizado la nostalgia, la mirada complaciente al propio pasado, como paralizante e improductiva.
Sin duda la mirada sobre nuestro propio pasado es engañosa y nuestra memoria, siempre embustera, ha convertido ya las experiencias vividas en refritos más o menos tolerables según la predisposición al masoquismo de cada uno... Pero eso hacemos, también, con cada una de las experiencias del presente, con cada percepción del mundo exterior, filtradas y adulteradas por nuestro tamiz personal. La memoria es tan real, pues, como cualquier otra cosa en nuestra vida.
Me encuentro ahora en un momento de mi vida en el que, tras lo que parece una eternidad de rutinas e inercias, de decisiones en las que no termino de reconocerme y de renuncias aparentemente indoloras, me siento de repente impulsado por la fuerza de la nostalgia, del recuerdo indulgente de mi pasado, hacia la asunción de una identidad que fué la mía en un tiempo, en la que me siento reflejado, la versión que más me gusta de mí mismo. Recuperar esa imagen, que en el fondo no es más real que las demás, que probablemente ha existido durante menos tiempo que su antítesis amorfa, me ha servido para darme cuenta que hace un tiempo que ya ni siquiera me caía bien, que me río poco y sonrío aún menos; para, en suma, ser consciente de quién no quiero ser.
César Clemente

Tango del Viudo — Pablo Neruda

TANGO DEL VIUDO
Oh maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre,
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos,
mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico, de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.
Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las
paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.
Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.
Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.
Daría este viento de mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.
PABLO NERUDA

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